viernes, 18 de diciembre de 2009

El final del cuento

Entonces él se levantó de su silla. Había llegado el momento. Se tocó la cara, se quejó suavemente, y se dirigió hacia el espejo grande. Frente a él cerró los ojos, suspiró hondo y luego los abrió lentamente. Demoró un momento en reconocerse, pero no cabían dudas. Era él. Entonces una a una empezó a leer las arrugas de su rostro. Empezó por las grandes y superficiales y dejó las pequeñas y profundas para el final. A aquellas las acarició con especial cariño mientras les recitaba algunas palabras, o tal vez les cantaba algún nombre. Al terminar se volvió a tocar la cara y dibujó en ella una casi imperceptible sonrisa. Sacó la sábana que colgaba de la silla donde había estado sentado y tapó el espejo. Estaba claro que nunca más se miraría en él.

Lentamente se dirigió a su cama, se echó y apagó la luz tenue de su lámpara. Ya no había luz, pero no era de noche, o tal vez sí. Eso no importaba ahora. Tal vez eso nunca importó.

Ya sin luz se acomodó, se movió despacio hasta encontrar en la cama la posición que lo hacía sentir más cómodo. Se tomó las manos suavemente pero con firmeza y pensó en la oscuridad que había inundado su habitación y en la poca luz que le quedaba. Cerró los ojos y un instante después, sin darse cuenta, dejó de respirar.

martes, 28 de julio de 2009

No title

Soy las ganas que nunca tuviste.

Entonces mejor nos vamos.

martes, 14 de octubre de 2008

La venganza de Cupido


Hoy, al igual que ayer, no llamarás. Es muy tarde, saliste de trabajar a la una, y ya son las tres. No hay forma de que hayas demorado tanto en llegar a tu casa. Debes estar con Luis, no quiero pensar qué estarás haciendo.
Definitivamente no llamarás.

Reconozco que te fuiste por mi culpa, lo acepto, te traté muy mal. Pero tú reconoce que te has excedido, y que al paso que vas tendría que pasar muchísimo tiempo para que algún día estemos a la par. Sé, y sabes, que debería odiarte, tal vez eso es lo que en el fondo quieres; pero sabes, y sé que sabes, que te amo cada día más y que nunca podré olvidarte, aunque hagas trizas como ahora el recuerdo que tenía de mí hasta antes que me dejaras. Estoy hecho una mierda, más flaco, pelado y hasta más narigón. El pelo se me está cayendo con una facilidad inimaginable. Y tú no vas a regresar, mis ilusiones son eso, simples ilusiones, totalmente alejadas de la realidad.

Lo cierto es que empezamos mal, debo darle la razón a mis amigos. Tú estabas con Luis la primera vez que nos vimos. La primera vez que salimos todavía le decías que lo amabas y esperabas que te pidiera matrimonio en un par de meses. Cuando te besé por primera vez todavía pensabas imposible dejarlo, y la primera vez que hicimos el amor recién habían pasado dos días desde que le dijiste que no lo querías ver más. Dos días, casi nada. No teníamos futuro, éramos el fruto de una semilla podrida. Pero yo creía, o quería creer, que lo habías dejado todo por mí, que de verdad me amabas y que íbamos a ser felices. Poco tiempo después me di cuenta que lo que habías hecho fue pensando en ti y en cómo olvidar a Luis de la manera más fácil. Me utilizaste. Puta del carajo, no sabes cómo mierda te amo.

¿Es cierto que mientras estuviste conmigo nunca pudiste olvidar a Luis? Te suplico que me digas que eso no es verdad, que no es cierto que mientras compartías conmigo la misma cama deseabas que fuera él quien te acariciara, que fuera él quien te jurara amor eterno, que fuera su nombre el que deseabas mencionar en lugar del mío. Puta madre, no sabes cuánto te odio, a ti y a ese conchesumadre al que apenas he visto en un par de fotos. Los odio con el trozo de alma que me queda, el único que me dejaste cuando te fuiste.

Yo también te fallé, lo sé, y muchas veces. Vivía detrás tuyo, no quería que me pasara lo que a tu anterior pareja. No quería que me engañaras y me dejaras por el primero que se te cruzara en el camino. Te seguía, observaba cada movimiento tuyo, cada mirada, cada gesto. A la primera que me sentía amenazado por algo corría hacia ti y te culpaba por cualquier cosa. Lo peor, y lo último que te hice, fue cuando me dijeron que habías visto a Luis, que habías salido a tomar unos tragos con él. Me volví loco, te esperé en la puerta de tu casa, escondido tras un árbol, quería saber si te despedías de él con un beso. Nunca vi si lo besaste, algo me obstaculizó la visión. Cuando estoy ebrio y soy un poco más conciente de las cosas me río de lo estúpido que fui. Pero en ese momento deduje que sí lo habías besado, y empecé a hervir de ira. Fue ahí que se jodió todo.

Tenemos que hablar, te dije más tarde por teléfono, ven mañana en la mañana a mi casa. Aceptaste, no sin antes preguntarme qué quería, por qué tanto misterio, por qué mi voz tan distinta. Sólo ven, te dije, y no respondí el te amo que me dijiste antes de colgar, ese te amo cuyo eco todavía retumba en mis oídos y me despierta en las noches con lágrimas en los ojos. Esa noche no pude dormir, te esperé desde que colgué el teléfono.

Llegaste feliz, pero luego tu expresión cambió al verme. Te reclamé, te insulté, te tiré a la cama y estuve a punto de golpearte, no sé qué me detuvo, tal vez el terror dibujado en tu rostro. Me juraste que jamás me habías sido infiel, que era un estúpido por pensar eso de ti. Luego te fuiste. Te fuiste para nunca más volver.

Te mentiría si te digo que quiero que seas feliz. Si no eres feliz conmigo, no deseo que lo seas con nadie. Todavía te amo, y hasta hoy te he esperado. Sé que no vas a volver, mañana serás la mujer más linda del mundo a ojos de todos, no sólo de los míos, y entrarás al altar vestida de blanco con él, el hombre a quien dices realmente amar, el amor de tu vida, la única persona a la que envidio en este mundo por tener lo único que hace que me sienta vivo. No sabes todo lo que daría porque tu corazón se agite si escucha de mis labios decir te amo.

Si alguna noche sientes frío no dudes tocarme la puerta. Yo siempre tendré todo mi calor para ti.

lunes, 13 de octubre de 2008

Carta a un destinatario sin destino


He regresado, no hay duda. Hoy a las cinco y doce de la tarde siento el mismo ardor de hace algunos meses, la misma angustia. Me siento igual de desorientado dentro de mí mismo, casi no puedo saber dónde estoy; y justo cuando se suponía que debía ser más feliz. El no saber nos hace felices, qué duda cabe, pero parece que aquello que busco es la infelicidad perpetua. No gano nada sabiendo por qué apesta la basura, qué es lo más hediondo entre lo hediondo. Eso no hace bien, lo sé, pero me gusta, me hace sentir libre, que conozco tanto del crimen como aquellos que lo cometieron. Me hace sentir que agudizando un poco el olfato puedo sentir el olor de quellos cuerpos hirviéndose en esa cama, en esa mala noche.

Y algunas otras cosas más, claro está, pero la noche es lo importante.

El servicio postal, como muchas cosas en este país, en realidad como casi todas, es una mierda. El destino de una carta es casi invariablemente morir entre otras muchas que, como ella, nunca llegaron a las manos indicadas. Tú sabes que este país es una mierda, tú más que yo sabías que si enviabas una carta por el servicio postal jamás iba a llegar. ¿Por qué lo hiciste entonces? No estoy seguro, pero creo saber por qué. Querías limpiar tu conciencia con esa carta, jugar con el destino. Si me llegaba, mala suerte para ti, me enteraría de todo y, si no te odiaría, desconfiaría de ti toda mi vida. Por otro lado, si no llegaba hubiera sido perfecto, hubieras tenido la conciencia tranquila, ya que trataste de hacer las cosas de la mejor manera, contándomelo todo, pero, maldita sea, el azar no quiso que la carta llegara a mis manos.

Pero alguna vez tenía que jugar el destino de mi lado, mi pequeña. La carta sí llegó y, sí, aunque dudé, la leí. Pero no te odio. Si voy a desconfiar de ti el resto de mi vida no lo sé, tal vez sí, pero ese ya es otro tema. Vamos a la carta, a la carta que, de las dos que sé escribiste, llegó a mis manos.

Es muy larga, no la transcribiré toda, no tengo tiempo. Debo llegar temprano a nuestra cita. Sólo copiaré las partes más interesantes, aquellas que, como leves golpes en el estómago, hicieron que se me vaya de a pocos el aire.

Empezaste con un hola, como siempre, y poco a poco fuiste dibujando el adiós. Que me querías, que era especial, que todavía sentías mucho por mí, pero que también por otra persona. Lo nuestro fue como una bola de nieve, escribiste, que poco a poco fue creciendo hasta hacerse insostenible, hasta devorarnos a los dos. No pudimos escapar, y como siempre que uno no tiene salida, nos entregamos a lo inevitable, en este caso al amor. Te deseé como a nadie y a pesar que sabía que no era lo mejor, me entregué a ti como una niña a un juguete nuevo. Fueron las dos semanas más maravillosas que pasé en mi vida. Pero me fui, y debes saber que si lo hice fue porque tú me soltaste la mano. No sé qué hubiera pasado si me hubieras dicho te quiero una vez más, si me hubieras dado un beso más, si me hubieras mirado como antes. Prefiero no pensar en eso, ya no quiero saber nada. Sólo sé que nunca me quisiste como yo a ti, y eso me duele mucho. Por eso me voy, sin rumbo, como cuando llegué a ti. No sé si te amo de verdad, pero me muero por decírtelo. TE AMO. Adiós.

¿Sabes cuál es el problema de todo esto, mi pequeña? Que el servicio postal en este país es una mierda, como casi todo, y ahora ya no sé si tú sabes que casi todo es una mierda. La carta que debía llegarle a él me llegó a mí. Y yo, a diferencia tuya, no diré aquello que muero por decir.

martes, 7 de octubre de 2008

In a gadda da vida


A veces no prestamos mucha atención a lo que vemos o hacemos ver a los demás. Un claro ejemplo es Dumbo. ¿Quién no recuerda a Dumbo? El elefante de las orejas grandes que vuela por los aires. Todos. Es improbable que alguien no haya visto Dumbo más de una vez, y casi imposible que nunca lo hayan visto.


Hasta hace poco pensaba que lo más trascendente en la película era la escena en la que la mamá de Dumbo es encerrada por defender a su hijo de las burlas de los otros elefantes. Pero, no, pese a lo emotiva que resulta, y las lágrimas que seguro ha hecho derramar a más de uno, hay una que se lleva todas las palmas, una obra maestra de la psicodelia, que probablemente nadie recuerde a profundidad pero que por lo mismo merece mucho la pena volver a ver. Y esta es la escena de los elefantes rosa.



No entiendo cómo nuestros padres podían dejarnos ver una cosa así, y no lo digo por la borrachera del elefantito, sino por lo delirante de la propuesta de Disney, en la que se puede apreciar elefantes casi demoníacos, de formas grotescas y colores intensos, algunos de ellos formados con cabezas de elefantes, que parece que en cualquier momento van a azotar al pasmado Dumbo, y la canción en la que se menciona a Satanás al menos un par de veces.

La película fue producida en 1941, ¡hace sesenta y siete años!, y pese al tiempo la escena todavía resulta alucinante y maravillosa. La piedra angular de la psicodelia, sin lugar a dudas, cuya explosión se dio en los sesenta y de la cual el grupo Iron Butterfly, de la mano del LSD, fue uno de los mayores exponentes. Cuando veía la escena de los elefantes rosa imaginé que fácilmente hubiera podido pasar como videoclip de In a Gadda da vida, la canción más representativa del movimiento.




sábado, 20 de septiembre de 2008

El enemigo puede ver tus luces

Hace unos meses descubrí esta imagen navegando por Internet y me sentí sobrecogido y admirado por su crudeza. En ella se puede apreciar a un esqueleto, simbolizando la muerte, con una bomba en una mano piloteando un avión de guerra inglés sobre las ruinas de una ciudad alemana. Sobre el avión se lee "El enemigo puede ver tus luces", y debajo de él, "¡Apágalas!"

Carteles como este fueron pegados en las paredes de las casas y edificios alemanes durante la Segunda guerra mundial. Una pieza maestra de la propaganda nazi, y una muestra, una de las tantas, del horror de la guerra.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Bonus track 8



"No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás existió..."



Tomado de: Con la frente marchita, Joaquín Sabina.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Del insomnio y un par de demonios más

Creo que si me complico tanto la vida es por el insomnio. Mis peores enemigos me los he ganado por no poder dormir: Dios y los pajaritos madrugadores, que cuando cantan casi a las tres y media de la mañana me agobian la existencia, porque sé que ya debo dormir y que, como casi todas las noches, no podré hacerlo. Dios no es precisamente mi enemigo, a pesar que las discusiones que sonstengo casi con todos sobre su existencia eso debería notar. Mi duda teológica empezó con un razonamiento muy básico, cuando tenía siete años y en medio de otra noche víctima del insominio: ¿El hombre o los dinosaurios, quién pobló la tierra primero? En la biblia, libro al que entonces había creerle hasta el último de los puntos, nadie hablaba de dinosaurios, los primeros pobladores de la tierra siempre habían sido Adán y Eva. Pero, por otro lado, estaba demostrado que los dinosaurios sí habían existido, habían pruebas tangibles de eso. Gran dilema, irresoluble a tan corta edad. Pero había que creer en algo, y me la jugué por los reptiles. Añadiré que creo que en ese momento fue que también empecé a confiar más en los animales que en el hombre, pero ese ya es otro tema. Así, poco a poco fui perdiendo la convicción y el miedo a no rezar de noche y no ir a misa los domingos. Con los años el razonamiento se hizo más complejo, hasta casi tener una teoría de la no existencia de Dios y el porqué de la necesidad de creer.

Sí, confieso que me encantaría creer, confiar en algo que no puedo ver ni sentir. Pero creo que ese es el problema, que yo no lo siento, no tengo esa capacidad que con el tiempo he llegado a admirar. He llegado a pensar, en el transcurso de otra noche sin poder dormir, que con un poco de fe, en realidad con mucha más que la que tengo, podría llegar a ser un buen pastor religioso. No estoy muy seguro por qué, tal vez sea sólo un desvarío, pero creo que el creyente más ferviente tiene mayor similitud con aquel que no cree que con el creyente promedio. Sí, lo más probable es que sea un desvarío.

Algunas veces he intentado no dormir, y así no complicarme la noche tratando de hacerlo. Pero nunca he podido mantenerme despierto hasta más de las seis de la mañana, hora en la que creo se apagan mis funciones cerebrales. Desde que me enteré que el amigo de un amigo se pasaba las noches caminando hasta el amanecer, la idea de hacer lo mismo, literalmente, me quita el sueño. No sé dónde, pero algún día me pasaré la noche entera caminando. Caminando y hablando solo, que es uno de mis pasatiempos y motivo principal por el que camino tanto, con el volumen de voz suficiente como para poder escucharme, y sin los audífonos del Ipod en las orejas, porque con música no puedo escucharme. Y de nada vale hablar solo si no te puedes oir. Si por algo creo que estoy un poco loco, como el amigo de mi amigo que camina de madrugada e inventa cosas, definitivamente es por eso.

Ahora que pienso bien, debería sumar a mi abuela como un enemigo, o al menos eso será si algún día lee esta entrada en la que nombro a Dios como mi enemigo. En todo caso, si es así, tendré a alguien que rece por mí el doble que antes. Vale la pena entonces.

martes, 16 de septiembre de 2008

Bonus track 7



"Mañana me voy a ir yo solita. Si es que alguien te pregunta por mi suerte, dile la verdad, que me he ido, pero nunca le digas que he llorado..."



Extracto de una canción, tomado de algún rincón de la arrinconada por el olvido memoria de mi bisabuela, Mamá Lala.

Bonus track 6



"Lo peor del amor es cuando pasa, cuando al punto final de los finales no le quedan dos puntos suspensivos..."



Tomado de: 19 días y 500 noches, en Nos sobran los motivos; Joaquín Sabina.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Descansa en paz, Rick Wright


Muchas gracias por la música, por la compañía, por lo que he sentido las veces que te he escuchado y por lo que sentiré las muchas veces que te escuche a lo largo de mi vida.


Nunca he necesitado verte para conocerte ni saberte vivo para sentirte, pero igual lamento mucho tu partida. Descansa en paz y, otra vez, gracias por todo.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Tu locura


Es domingo en la mañana. Estoy echado en la cama leyendo un libro, Las putas asesinas de Roberto Bolaño, y tú estás a mi costado sentada escribiendo algo que todavía no sé qué es, algo que al principio te hacía silbar y tararear una canción desconocida para mí, que seguro te habrías inventado, pero que ahora hace que de vez en cuando te rasques la cabeza, juegues con tu lápiz y voltees hacia mí riendo.

No, no es cierto, sí sé qué escribes, pero no sé de qué trata esta vez. Es un poema que me mostrarás feliz, como todos los que escribes, y que, tal como me prometiste cuando empezaste, seré el primero en leer. Voy por un vaso con agua, me dices de pronto, y sales a la cocina casi corriendo, signo inequívoco de que ya vas a terminar pero que te falta una idea. Una idea que vas a ir a buscar por algún rincón de la casa, en el jardín, en la ventana, en el polvo debajo de la alfombra o en el mismo vaso con agua. Esas cosas raras que tienes, que he ido descubriendo con el paso del tiempo y que me apasionan de ti. Algún día te diré lo terriblemente loca que creo que estás, pero también te diré que eso es lo que más me gusta y que quiero vivir enfermo de ti toda mi vida. Regresas a la cama, escribes un poco, volteas a mí y me entregas el papel. Léelo, me dices. Me siento y despliego la pose más intelectual que tengo, lo leo y no entiendo un carajo de lo que has escrito, pero te digo que me encanta y te beso la cabeza. Discúlpame, pero sabes que si no leo poesía es porque me cuesta mucho abstraerme y al rato me canso y me aburro. Pero confío en ti y sé que está lindo y que le va a encantar a la gente que lo lea.


- Entendiste lo del arbolito, ¿no? -me preguntas-. Sabes por qué pasó lo que pasó, ¿verdad?.

Claro que sí, te digo, y al instante te ríes. No hay ningún arbolito, me dices y me besas la frente, no entiendes nada.

- No entiendo nada -te respondo-. Y eso es justamente lo que me gusta.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Bonus track 5


"Tenés que comprender que no puse tus miedos donde están guardados, y que no podré quitártelos si al hacerlo me desgarras..."


Tomado de: Trátame suavemente, Soda Stéreo.

Bonus track 4




"Te abrí mi corazon y tú tus piernas. Quizá ese fue el error..."




Tomado de: No sabes..., elblogdelmirio.blogspot.com

jueves, 11 de septiembre de 2008

El misterio detrás de tus ojos (Lapislázuli)

Estás demente, pero me gustas. No, no, no me gustas, me fascinas, me encantas. Y, sí, a estas alturas yo también estoy demente, y qué, sé que eso también te gusta. Dime, ¿Qué escondes tras tus ojos? ¿Por qué no me enseñas eso? No, no quiero conformarme con tener tu cuerpo, no ahora. Quiero más, necesito más. Dame más, ¿sí? Dale, dime que me vas a dar más. ¿Me vas a dar más después de eso? Tú sabes qué es lo que quiero.

Me dices que sí y corres. Y yo voy tras de ti. Al principio voy lento, quiero verte correr, resistirte a mí. Miro cómo se tensan los músculos de tus piernas y ya no puedo aguantar. Te necesito ya. Corro con todas mis fuerzas y cuando te alcanzo te tomo entre mis brazos y te arranco la blusa, luego la falda, te muerdo, te huelo, te lamo, te desgarro la piel con mis manos, bebo de ti. Y al rato ya te tengo, casi sin darme cuenta, tus gemidos así me lo indican. Siento tu calor invadir todo mi cuerpo, y me excito más al escuchar tus gritos, que han tomado el control de mis oídos y son lo único que escucho, y quiero más. Trato de tocar todo, toda tu piel, cada espacio, a cada segundo. Quiero recordarte cuando no te tenga, y recordar lo bien que me siento sintiéndote, para mañana regresar por lo mismo. Ya no puedo seguir, a pesar de todo seguimos siendo humanos, aunque en este momento no lo parezcamos. Esto tiene que acabar, preciosa. Ven, vamos, una vez más. Sé que moriremos y volveremos a nacer. Lo sé. Se acabó.

Entonces caemos rendidos en tu cama. Te miro, me miras, y ahí están otra vez, como ayer, como mañana, como siempre. Tus ojos, tu mirada azul, que me transporta a otra galaxia, a otro mundo. A tu mundo, en el que me siento tan feliz y en el que siempre quiero vivir. ¿Existe el amor después del amor? Sí, claro que sí, no lo dudes, y está detrás de tus ojos. Detrás de ese azul profundo está lo que realmente deseo de ti; tu paz, tu tranquilidad, tu calor. Te abrazo y por primera vez en la noche te beso. Estás loco, me dices, y yo exploto de risa, y tú me sigues. Siento que te amo cada vez más, y entonces me asalta el temor. El temor de algún día no tenerte, de que te vayas, de no volver a jugar contigo, de no verte más, de no despertar con el olor de tu cabello todas las mañanas.

- Nunca me vas a dejar, ¿no? -te pregunto, casi te suplico, mientras te acaricio la cabeza-. Siempre estarás conmigo, ¿verdad?

Tú me besas, por primera vez en la noche, y me prometes que sí, que siempre vas a estar conmigo. Te recuestas en mi pecho y al rato te quedas dormida. Luego yo te sigo, como todas las noches.

Bonus track 3



"Entregamos nuestro corazón a cualquier situación o persona que intensifique nuestra vida. En encuestas realizadas después de la Segunda Guerra, los encuestados reconocían que en tiempos de guerra habían tenido una intensidad que, una vez pasada, despertaba en ellos melancolía. El amor procura una experiencia intensa, pero no toda experiencia intensa es amor..."


Tú fuiste mi Kosovo.


Tomado de: El amor, por supuesto, no existe; de José Antonio Marina. Etiqueta negra, número 28, setiembre de 2005.

Bonus track 2




"Lo que levantó tu hermosura

han derribado tus obras:
Por ella entendi que eras ángel,
y por ellas conozco que eres mujer"



Tomado de: "El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha", de Miguel de Cervantes Saavedra.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Como la primera vez



Mátame

Haz que me retuerza de dolor
por última vez
por primera vez
tan intensamente que lo único que me quede
sea volver a nacer

Clava tu estaca en mi corazón herido
demuestra que me amas
tanto como la primera vez



domingo, 7 de septiembre de 2008

Perdón y olvido


Estoy al límite entre lo que fue y lo que va a ser. Hoy partiré, mañana nadie sabrá más de mí. Tomaré ese camino tantas veces rechazado, sin miedo, con esperanza. Antes de decidir que me iba le di una última oportunidad al pasado. Miré atrás y grité con toda mi fuerza.

Acompáñame
Acompáñame
Puta madre, acompáñame

Pero nadie escuchó mi voz, esa voz cuyo eco todavía es capaz de hacer enternecer a quienes la escuchen, capaz de desgarrar corazones, capaz de hacer que la gente se acerque a despedirme con una lágrima. Pero que yo ya no escucho, y tú tampoco.

Mi único equipaje son dos jarrones vacíos. Dos pesados jarrones que harán que el camino sea más largo y cuya carga hará que muchas veces quiera regresar, pero que necesito llevar conmigo para algún día poder volver. Sé que no podré mirar atrás en mucho tiempo, a pesar de lo lastimados que puedan estar mis pies y el dolor que me generen las heridas de mis manos. Necesito que el sol vuelva a quemar mi piel, volver a sentir frío, poder volver a calmar mi sed; eso que ya no siento y que sé que el día que haya terminado mi viaje volveré a sentir. Entonces, cuando haya llegado, me bañaré en la primera fuente de agua que encuentre, curaré mis heridas, limpiaré mi cuerpo de todo y recordaré lo que era sonreir. Llenaré estos dos jarrones con esa agua y te los regalaré el día que te vea, si es que algún día te vuelvo a ver.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Bonus track 1




La locura es el refugio de las mentes complejas.



lunes, 1 de septiembre de 2008

Encuentros



Desde lo que pasó con Camila en la primera persona que pensé fue en ti. Nunca te he visto, y sólo te conozco por las fotos de ese álbum que pensaban llenar con imágenes de todas sus etapas y que quedó inconcluso. La última foto es del cumpleaños de Camila, en diciembre, y tú sales abrazándola. Se les ve felices. Hoy siento pena por ti, ya no celos como hasta hace poco. Camila conoció a Luis al entrar en la universidad y te dejó. Estoy aquí, en la puerta de tu oficina porque a mí me ha pasado lo mismo. Sé que te has casado y que tienes una hija que no es tuya pero que crías como si lo fuera. Camila dice que la mamá es una puta, que se aprovecha de ti, y que por eso mantienes a la hija, que te la enyucó. Ahora creo que no es cierto, y que eres más noble que lo que pensaba. Entiendo ahora por qué a veces llamas a insultarla, decirle puta y cosas así. Yo he estado a punto de hacerlo dos veces. Imagino tu dolor y la impotencia al sentir que quizá nada valió la pena, que el tiempo que pasaste con ella nunca sirvió, que nunca conociste realmente a la persona a la que amabas.

No sé en qué acabará nuestra conversación, llevo media hora esperando. Los contadores me llegan al huevo, y creo que tú no vas a ser la excepción. Lo único que le creo a Camila ahora de ti es que debes ser un tipo aburrido. Llevo una semana sin afeitarme, tengo la barba un poco crecida y los cabellos largos. Haremos un contraste interesante. Ahora te veo, estás igual que en la última foto, parece que también me has reconocido.

-.-.-.-.-

- Fue como te digo -me interrumpió Carlos-. Yo estaba con ella, no sé si éramos felices, creo que en ese entonces ya no, pero eso no quita que lo que me hizo haya sido una cabronada.
- Una cabronada -le respondí y terminé lo poco de cerveza que quedaba en mi vaso-. Ella me dijo que ya habían terminado.
- Y ella me dijo que me amaba mientras se tiraba al huevón -me interrumpió Carlos nuevamente-. No debes hacerle caso. Ni a ella ni a este mozo de mierda que no viene.

Carlos levantó la mano y llamó al mozo por tercera vez, pidió dos cervezas. No nos llevamos tan mal como pensé al principio, Carlos parece una buena persona. Aún está enamorado de Camila, al menos eso parece por sus palabras, y aunque no lo hace notar debe estar contento al verme sufrir ahora, me imagino que en algún momento me odió por ser tan feliz junto a la mujer que amó tanto, y ahora está teniendo su pequeña venganza, viéndome tan destrozado como él hace dos años.

- ¿Y lo tuyo cómo fue? -me preguntó Carlos sin mirarme-. Se les veía bien.
- Parecido -respondí-. Entró a un nuevo trabajo y conoció a alguien, luego me dejó.
- ¿Pero te ama? -interrumpió-. ¿Te dice que te ama todavía?
- Sí -respondí-. Eso dice.
- Esa huevada nunca la voy a entender -me dijo-. Por eso estás así jodido.

Estuvimos en silencio un rato, yo tratando de entender el porqué, como durante cada segundo de estos dos meses, y él jugueteando con su vaso, seguramente recordando el sufrimiento que sucedió a su relación con Camila.

- Van a regresar -dijo de pronto-. Lo sé, ella te va a buscar y tú le vas a decir que sí. A mí me pasó, su mirada tiene un poder extraño, regresamos mil veces hasta que por fin me olvidó y me dejó cagado.
- No creo que regresemos -pensé en voz alta-. O no sé, ya no sé nada.
- A veces es mejor no saber nada -rió Carlos mientras me palmoteaba el hombro-. Tranquilo, huevón, ya va a pasar.

Ya va a pasar, eso me lo han dicho muchas veces en este tiempo. Ya han pasado dos meses y todavía no pasa. Sigo pensando en ella, qué hace, dónde está, si me ama como yo, si sufre como yo. Es fácil decir que ya va a pasar, y es cierto que las cosas pasan, pero es una agonía el tiempo que antecede al olvido. Lo peor es que esa desesperación te hace hacer cosas inexplicables como verme tomando con su ex novio y recibiendo palmoteadas en el hombro de su parte. Qué hago con él, no entiendo, ya no creo que soy un huevón, ahora estoy seguro que lo soy.

- Yo he pasado lo que tú -me dijo Carlos-. Y sé que todos te han dicho lo que a mí me dijeron, que la olvide, que me aleje de ella. Seguro que tú sabes que es lo mejor, pero también sabes que no vas a poder dejarla, y por eso tienes miedo, miedo de no saber hasta dónde puedes llegar, qué tanto puedes alejarte de tus límites.
- Tal vez tengas razón -le dije-. Es posible
- Mira una cosa -me interrumpió Carlos-. Yo cuando empecé con ella le dije bien claro que no le iba a perdonar una infidelidad, que le podía perdonar cualquier cosa menos eso, ¿y sabes qué? La perdoné cuatro veces. Y estoy seguro que le hubiera perdonado una quinta vez si me hubiera dejado.
- Te entiendo -le dije-.
- Sé que me entiendes, se te ve en la cara, todavía estás dispuesto a correr detrás de ella, y no te juzgo, yo hice lo mismo; pero una cosa sí te voy a decir. Uno se acostumbra a la mierda -Carlos tomó tiempo como midiendo lo que iba a decir-. Es como si poco a poco los pilares en los que has confiado toda tu vida se comenzaran a quebrar, sin que te des cuenta, y cambias, te vuelves otra persona. Eso es peligroso. Perdonas lo que al principio pensabas nunca ibas a hacer. En mi caso, una salida al cine, un beso, una mentira, hasta un tire. Es triste contemplar cómo el negro se vuelve blanco y no poder hacer nada.
- O no querer hacer nada -dije-.
- Eso dicen, pero no creo que sea cierto -dijo Carlos-. Aunque uno quiera no puede zafarse, es más fuerte que uno mismo, no se puede. No creo que haya alguien al que le guste sufrir, aunque parezca que a ti sí porque has venido a buscarme.

Los dos reímos. Pedí dos cervezas más, y Carlos salió a hablar por celular. Por qué estoy acá, no lo sé, tal vez para alejarme de ella y pensar que nunca va a cambiar, que siempre fue así, que ya todo está perdido; o tal vez para encontrar algo que me permita justificarla y perdonarla, no sé. No sé cómo pretendo entender al resto si no puedo conmigo. Ha entrado un viejo con una guitarra al bar, está tocando una canción triste, no canta bien, pero la letra me gusta. Hasta antes de terminar con Camila no le prestaba atención a las letras de las canciones, pero ahora siento que todas hablan de mí.

- Bonita canción, ¿no? -me dijo Carlos al regresar-. Ya deja de darle vueltas al asunto.
- No pensaba en eso -le dije-. Pensaba en otra cosa.
- Pensaba en otra cosa -me remedó Carlos y luego rió-. Eres un huevonazo, me recuerdas a mí. Al principio pensaba que nunca más iba a reir, que iba a durar toda la vida mi sufrimiento, pero no fue así. Todo pasa en la vida, todo, ya te darás cuenta. No le hagas caso al tío huevón y su cancioncita cojuda.

Ya vamos por la sexta cerveza, creo que ya tengo el valor suficiente como para preguntarle algo que siempre quise y por lo que creo que realmente he venido. No sé cómo lo tomará y no sé cómo tomaré su respuesta.

- ¿Todavía la amas? -le pregunté-. ¿Todavía estás enamorado de Camila?

Carlos me miró y sonrió, luego bebió lentamente de su vaso de cerveza. Se acercó a mí y me habló.

- Más que lo que crees, hermano -me dijo-. Pero lo que no es, no es. Ya te darás cuenta de eso.

viernes, 29 de agosto de 2008

La levedad



Ayer soñé contigo. Soñé que regresaste y me dijiste que me amabas. Luego nos abrazamos y, por esas cosas por las que los sueños son sueños, amanecimos en Huaraz, en ese hotelito donde nos hospedamos cuando viajamos. Cuando desperté traté de regresar al sueño, pero no pude. Incluso tomé pastillas, pero nada, no estabas más. No sabes cuánto lamenté despertar. No me hizo bien soñar contigo, me sentí mal todo el día, con el teléfono en la mano tratando de agarrar valor, o de sentirme más miserable, para llamarte. Cada día siento más lejano tu regreso; parece que esta vez sí vas a cumplir tu promesa.

No sabes lo mal que me siento por lo de hoy. Desde que se enteró que terminamos Alberto no ha dejado de llamarme. A ti nunca te gustó que lo viera, decías que le gustaba y que era un pendejo; y yo hasta hoy he cumplido con no verlo. Pero necesitaba hablar con alguien, estaba desesperada, te extraño mucho; y entonces él me llamó y accedí a que tomáramos ese café que había rechazado tantas veces. Ni me acuerdo de qué hablamos, tal vez de sus proyectos, de su familia, del mar, no sé, no lo recuerdo, tampoco me importa. Después fuimos a su casa a tomar unos tragos. Conversábamos, pero yo sólo quería saber qué hacías, verte, estaba con él pero te juro que mi mente siempre estuvo contigo. Mi mente siempre va a estar contigo. No sé si le contaba cosas, si respondía sus preguntas o si sólo lo acompañaba. En un momento se acercó a mí y me besó y algo en mí le respondió. Después todo fue muy rápido. Recuerdo verme encima suyo, haciendo gozar con mi cuerpo podrido a ese hombre que no eras tú. Todavía siento el frío de sus manos congelándome la piel, esta piel que sigue siendo tuya, que nunca dejará de reclamarte y que ahora siente asco de mí.

A pesar del frío mi alma hervía de dolor, de culpa, del recuerdo de tus besos, de tu sonrisa al terminar nuestras noches de amor. Cuando terminamos fui por un vaso con agua a la cocina, necesitaba algo que calmara ese calor que me quemaba el vientre y que casi no me dejaba respirar. Fue en ese camino que vi este balcón iluminado por la luz de la noche. Me acerqué y miré hacia abajo. Estoy quince pisos arriba de ese carro azul estacionado junto al edificio del que pienso podrías salir tú y verme aquí destrozada llorando por ti. Entonces entenderías lo que pasó, y tus ojos me dirían eso para lo que no hay palabras, y así terminarías por aniquilarme. La vergüenza no me dejaría correr hacia ti y abrazarte. Perdóname. Después de esto aprenderé a llorar en silencio, ya no te esperaré, y aceptaré que no regreses.

A medida que me acerco a la baranda siento más fuertes las agujas del vértigo hincarme los pies, las piernas, las rodillas. Cuando lleguen a mi cabeza ya no sentiré nada.

- ¿Qué pasa, Andreita? -dijo Alberto con voz cariñosa tomándola por la cintura y besándole el cuello-. Regresemos a la cama, ¿si?.

Andrea sintió náuseas de él, de ella, de los dos. Por primera vez odió a Alonso por no haberla llamado ese día e impedido que se viera con Alberto.

- Voy al baño -dijo y se soltó de Alberto-. Ya regreso, espérame en la cama.

Alberto se fue y ella nunca más regresó.

lunes, 11 de agosto de 2008

Y me alejé de ti...

Estoy en Lima después de veinticuatro años. Las ciudad es más grande, ha cambiado mucho. Sólo al llegar me ha sorprendido ver el aeropuerto, bastante moderno, con mucho más color y gente que cuando me fui, los edificios grandes; incluso la casa de mis papás está distinta, ya no es blanca como antes, ahora es de color melón, y hay dos lindos árboles en el jardín. Los cabellos de mis padres ahora son blancos, y sus ojos mucho más tiernos que cuando me fui. Lima ha cambiado bastante.

Lo primero que hago al ver a mi madre es abrazarla, sentir nuevamente su calor, su aroma que a pesar del tiempo no ha cambiado. Hago un esfuerzo inmenso por no llorar, no quiero que sienta que fueron duros todos estos años alejados de ella. No quiero que sepa la verdad, debo mostrarme como la mujer fuerte que ella está segura soy. Ella tampoco llora, sólo sonríe al verme y me besa mucho. Mi padre nos mira feliz y casi al instante se funde en un abrazo con nosotras.

Me pregunto cómo estarás tú. Tu última llamada fue un ocho de setiembre, hace veinticuatro años. No dejaste de llamarme desde el día que te enteraste que estaba en Barcelona. Tres meses llamando todos los días. Nunca contesté, y me sentí terrible cuando no llamaste más, porque entendí que te habías cansado de esperar, que era lo que sabía debía ocurrir, pero que me aterraba sucediera.

Tardé en olvidarte veintidós meses. Exactamente el día que nació Magdalena, mi hija mayor, que al llegar se llevó el ahogo que me producía tu recuerdo y las ganas de regresar a ti. No puedo negar que fuiste el amor de mi vida, pero lo nuestro no podía ser. Mi vida fue un infierno contigo, aunque fui feliz, muy feliz.

Te conocí en una fiesta en el club del que eran socios mis padres, y desde ese día no nos separamos. Me gustaba caminar contigo y que me contaras cosas, lo que pensabas. Era fascinante escucharte. Nos fuimos a vivir juntos a los seis meses de conocernos, a un cuartito en Barranco. Al poco tiempo de mudarnos tuvimos nuestra primera pelea, y fue la primera vez que me golpeaste. Lloré mucho, nunca nadie me había golpeado. Pero te perdoné. Luego, no sé en qué momento, me gustó que me golpearas, y golpearte. Me encantaba que luego de golpearnos nos revolcáramos en la cama a hacer el amor como cerdos. Éramos atroces, pero en ese momento me encantaba. Dejé los estudios por ti, porque decías que podías mantenerme solo y no había necesidad de que trabajara. Nos metimos a algunas religiones, ya no recuerdo cuáles, en busca de la plenitud espiritual de nuestras almas. Qué locura. Estabas loco. Estábamos locos.

Al año y medio de vivir juntos salí embarazada. A pesar de mis lágrimas y mi negativa me convenciste de que lo mejor era abortar; y así lo hicimos. Igual, más adelante tendremos más hijos, me prometiste.

En el fondo sabía que me hacía daño estar contigo. Día a día conocía más tus manías y entendía que lo mejor era separarnos. Pero no podía, te amaba mucho. ¿Cómo estarán Anita y Andrés, tus padres? ¿Los seguirás odiando? A mí me caían bien, eran graciosos y amables. Sobre todo Anita que me recibía siempre con una sonrisa grande y decía que le encantaba mi cabello, que le recordaba color de las castañas que crecían en su pueblo. Pero tú decías que te habían cagado la vida, y que por ellos estabas así jodido.

Pero hubo un día en que el cuento se terminó. Llegué y te encontré pintando el cuarto de negro. Eras otro. Decías que eso te iba a inspirar para pintar. Luego descolgaste de las paredes los cuadros que habías pintado y los reemplazaste por otros nuevos, de figuras extrañas, oscuros, que no entendía; que no sabía cuándo ni dónde habías pintado. Te rogué que al menos dejaras el cuadro de los lirios, el cuadro que pintaste para mí, para nuestra hija que nunca nació, nuestra Lis. Pero no me hiciste caso, estabas como loco, me dijiste que debíamos empezar todo de nuevo. Yo no quería, no me gusta el negro, no me gustaban los cuadros nuevos que habías pintado, que me parecían horribles, que me daban miedo. De pronto tú también me diste miedo. Te reclamé que no me hubieras consultado antes de cambiar todo, de poner nuestro pequeño mundo de cabeza. Entonces enloqueciste, te golpeaste contra las paredes y tiraste todo, renegando como nunca de tus padres, de haber abortado, de ti, de mí, de todo. Me golpeaste y te golpeé, pero esa noche no hicimos el amor. Nunca más hice el amor. En ese momento salí del cuarto llorando, asustada. Ya no podía más.

Luego, no sé, creo que la vida te recompensa todo el dolor con un segundo de lucidez, un rayito de luz en medio de la oscuridad más profunda, que te ayuda a encontrar una salida de de donde crees nunca vas a escapar. Esa noche le pedí a mi padre que me compre el primer pasaje a Barcelona, que me iba a vivir con mi tío Raúl. Esa misma noche partí.

A veces te extraño. Felipe es un gran hombre, muy bueno, y me quiere mucho; pero no eres tú. ¿Te acuerdas del pacto de sangre que hicimos? Magdalena me preguntó el porqué de la cicatriz que tengo en la muñeca. Le conté que era la cicatriz de una herida de amor. Porque el amor cuando hiere, lo hace tan profundamente que las marcas duran toda la vida, como esa que tengo en la muñeca. Pero enseñan, enseñan como nada más, y luego las recuerdas con ternura, aunque al principio creas que te van a doler por siempre. Felipe cree que la cicatriz es porque me caí en el jardín de mi casa y me corté con una botella de vidrio rota. Pero a Magdalena no le miento, al fin y al cabo mi herida cerró gracias a ella.

Hoy he regresado. Estoy en Barranco, quiero verte un ratito, saber qué haces. Por ti dejé de fumar, porque el sabor del cigarro me hacía recordarnos sentados en el malecón esperando el anochecer, conversando, haciendo planes. Lo que más me dolió fue dejar de escuchar a Janis, nuestra preferida. Es que, mierda, escucharla me hacía recordar ese cuartito donde a pesar de todo, y no sé por qué, fui tan feliz. Hoy te veo sentado en la misma esquina de siempre vendiendo tus cuadros, no has cambiado. Ríes libre como siempre, como si el tiempo nunca fuera a pasar. Pero el tiempo pasa, y con él pasa todo. Hoy seguro tendrás mil historias para contarme, y yo te seguiría escuchando con la misma fascinación de hace veinticuatro años. Pero ya no tenemos tiempo. Fue un gusto verte, mi querido Moño. Ya me tengo que ir.

- Que seas feliz. ¡Bye, bye, baby! -murmuró Jimena y se alejó.

Sonriendo pensó que le vendría bien volver a escuchar a Janis.

domingo, 10 de agosto de 2008

Lucy in the sky with diamonds

Tenía que hacerlo, ya no podía aguantar más. Tú ahora no te das cuenta, pero algún día comprenderás; todo lo he hecho por nosotros. Sé todo lo que has hecho desde que te vi por primera vez, hace casi dos meses. Todo. Nadie conoce tu vida tanto como yo. Eres linda, me da pena que en mis últimas horas no te pueda ver sonreír, mi Lucy. Pero tendremos toda una vida para nosotros. En esta no se pudo, pero habrá otra. Yo, el hombre que te ha amado más, te lo promete. Te he seguido todos los días desde hace dos meses. Eso no lo sabes. Sé a qué hora sales del instituto. Los lunes a las ocho, los martes a las siete, los miércoles en la mañana, hasta las once, los jueves y viernes hasta las ocho. Y yo siempre estoy ahí, esperándote, escondido para que no te des cuenta y poder acompañarte hasta tomar el bus que te lleve a tu casa. A veces espero en el instituto a que llegues. No sabes lo feliz que me pongo al verte, caminando tan contenta. Los fines de semana en la noche espero en tu casa a que salgas, y a veces me quedo hasta que regreses. Te espero sentado en el parque. En realidad eso hago casi siempre, y me gusta, porque así puedo verte al menos un ratito. Me dolió mucho cuando Rodrigo empezó a recogerte. Cuando te besó por primera vez no aguanté y me fui corriendo. Esa noche me emborraché y pensé dejarlo todo. Quería morir. Pero recapacité y me di cuenta que no podía dejarte. Tú no te das cuenta, pero nuestro amor es para siempre, es lo más puro que hay. Lo que hago es por nuestro bien. Por eso te perdono que la otra vez me hayas dicho que dejara de fastidiarte, que me aleje de ti, que no te mandara más correos, que no te llame al celular. Es que tú ahora no entiendes, Lucy. Pero ya lo sabrás, porque pronto estaré contigo y podré decirte todo lo que siento, y tú me vas a entender. Y estaremos juntos para siempre. Te perdono también que me hayas dicho loco hoy. Entiendo que estabas asustada, no sabías lo que venía. Tal vez pensabas que te iba a dejar sola; pero no seas tontita, yo voy a estar siempre contigo. No tengas miedo, yo te voy a seguir, como siempre lo he hecho, mi amor. Me recostaré junto a ti, tomaré tu mano fría, cerraré los ojos y contaré hasta tres. Después estaré a tu lado, para siempre...

Uno, dos, tres.

sábado, 9 de agosto de 2008

¿Cómo te explico que me tienes en tus manos?


Casi siempre es mejor con una foto.


Desolación: Cartas de un paria

Hola mi amor.

Creo que hoy maté a una persona. En la mañana escuchamos un ruido, levanté la cabeza y vi algo que se movía entre los matorrales. Tomé mi fusil y disparé, casi sin ver. Luego no hubo más ruido. No me acerqué a ver si lo había matado, o si era una persona o un animal. El capitán dice que fue una persona, y que si no lo mataba, él iba a hacerlo con nosotros. Disculpa que te cuente una cosa así, pero tenía que hacerlo, a ti no te puedo ocultar nada. No pienses que soy una mala persona por haber hecho eso. No te imaginas lo que es estar aquí, viviendo con miedo y sin saber si estaremos vivos al día siguiente. Pero no hablemos de cosas feas. Dime, ¿cómo estás? Extraño tu sonrisa, no sabes cuánto. En la noche sueño que tú estás conmigo acariciándome la cabeza, y ya no tengo miedo. Bueno, antes soñaba eso, porque hace tres días no duermo. Tengo que estar despierto, de guardia, atento. Sólo duermo algunas horas durante la noche. Así es desde que mataron a Martín y a Panchito. El capitán dice que tenemos que estar más atentos, que los hijos de puta están en todo lado, oliéndonos los zapatos. Perdóname por decirte malas palabras, amorcito, yo sé que eso no te gusta. Pero eso es lo que dice el capitán, yo sólo repito.

¿Cómo está Piero? Mi hijito lindo, siempre me acuerdo de él. No sabes cuánto lo quiero. Ya debe estar grande. Ojalá pueda verlo pronto. Hoy tuvimos que adentrarnos más en la selva, el enemigo está casi encima nuestro. Toda la tarde he caminado, ya me duelen los pies. Hace días que no comemos rico. Nadie cocina como Maldonado, su sazón me hacía acordar a ti. Tú cocinas mejor, mi amor, claro, pero él también lo hacía bien, muy bien. Hoy encontramos su cabeza en el río. Estaba hinchada, toda destrozada, casi no se le podía reconocer. Era un buen tipo, recé bastante por él y por nosotros cuando lo vi. Lloré un poco también. Desde que se fue comemos sólo frutas y a veces algunos animales. Ya no me importa comer carne cruda.

Antes que se duerma, José me pidió que le dispare, que ya no podía más. Me lo suplicó, estaba desesperado. Yo no pude hacerlo. Lo abracé y le dije que tenga fuerza, que todo va a pasar, y lloramos un rato. Yo también estoy asustado. Luego se durmió. Mi amor, ya todo va a pasar, estoy seguro. Pronto volveremos a estar juntos. Cada día te quiero y extraño más, eres lo único que tengo. No aguanto el momento en el que llegue a la casa y nos abracemos, y luego nos demos un beso largo. También a mi Pierito, que ni me imagino cómo debe estar. Qué ganas tengo de verlo. Luego iremos a llevarle flores a mi mamita. Siempre me acuerdo de ella, que Dios la tenga en su gloria. Espero salir pronto de aquí. Ya tengo sueño, pero todavía me quedan un par de horas de guardia. Ojalá no venga nadie y todo esté tranquilo.

Te amo.

Julián

Al terminar de escribir la carta, Julián no pudo aguantar las lágrimas y se echó a llorar. En silencio, para que nadie escuche, porque en la noche se escucha todo, y él lo sabe. Luego se secó las lágrimas. Siempre con el fusil en la mano rompió la carta que acababa de escribir, levantó la cabeza y observó que todo anduviera con tranquilidad. Volteó a ver a José, que dormía a su costado. Le agradeció el no haberle disparado. Gracias, mi hermano, le dijo en voz baja, perdón por ser tan débil. Él no escuchó, dormía, alejado del miedo, al menos un par de horas. Nada de qué preocuparse, todo en calma. Tomó el lapicero y otro papel, y comenzó a escribir.

Hola mamá.

Hoy maté a una persona...

viernes, 8 de agosto de 2008

Apaga la luz antes de cerrar la puerta

Ahora tengo mejores ojos para ver las cosas. Ahora que reviso las fotos de nuestro último viaje, no estoy seguro que no haya sido un error terminar con Andrea. Hoy recuerdo de ella actitudes que hace un año me irritaban, pero que ahora lo único que hacen es llenarme de nostalgia. Descubro sus motivos, con la serenidad que da el tiempo, y entiendo mejor sus sonrisas, sus llantos, sus silencios, sus abrazos. Hoy no pude evitarlo y derramé algunas lágrimas frente a nuestras fotos, que no revisaba desde hacía mucho tiempo y que bastante trabajo me costaron encontrar. Se me ocurrió incluso buscarla, a las dos de la mañana, luego de un súbito ataque de nostalgia, pero no tuve valor. Sé que hace un año me hubiera recibido con los brazos abiertos, su sonrisa más grande, y con generosas lágrimas de agradecimiento me hubiera dicho lo mucho que me amaba. Sé que me hubiera besado y entregado todo su amor, y me hubiera dicho que soy el hombre de su vida y que le perdone todo, todo, incluso mis errores. Pero, no, hace un año yo no hubiera ido a su casa. Hace un año el orgullo no me dejaba ni respirar. Estaba completamente cegado, y hoy el recuerdo de aquella que fue mi mujer me impide recordar aquello por lo que la humillé y la hice sufrir. Hoy no recuerdo si la culpa fue suya o mía, y tampoco creo que, como lo hubiera hecho hace un año, me reciba con tanta generosidad. No sé sigue viviendo sola. Sé por algunos amigos que sigue viviendo en la misma casa de siempre, esa que le regaló su mamá al cumplir veintiuno, pero no sé si tiene alguna pareja, o si vive con alguien más. Sé que suena egoista, pero deseo con toda mi alma que esté viviendo sola, y que desde que me fui no haya si quiera besado a otro hombre. Pero no lo creo así. Un año es mucho tiempo, aun para ella, y siento muy probable que ya no me ame como antes, o que haya recapacitado y ahora me odie por todo lo que le hice sufrir, por no escucharla, por no responderle las llamadas, por no haberle dado ese último beso que me suplicó. Sólo sé que no me ha olvidado por lo mucho que la hice sufrir. Vaya consuelo el saber que jamás me va a olvidar, y todo por el daño que le hice. Nuestro último viaje fue a Huaraz, y de ese viaje son las fotos que he estado revisando. Ella me siguió, yo no quería que fuera. Me rogó tanto que al final, de bastante mala gana, tuve que aceptar que me acompañara. Ella estaba feliz. Me compró una maleta nueva, y dos días antes de partir fue a mi casa y ordenó todas mis cosas para el viaje. Yo la miraba irritado, sin entender cómo, después de haberle dicho que no quería ir con ella, y haber accedido sólo ante su insistencia, podía haber olvidado todo y estar tan contenta. Nos quedamos once días en Huaraz, de los cuales estuvimos peleados casi la mitad del tiempo. La primera vez peleamos porque se olvidó de calentar el agua para el desayuno. Ella calentaba el agua y luego yo hacía los desayunos. Ese era el trato. Una tontería, lo sé, por la cual dejé de hablarle dos días, hasta que ella llorando me pidió perdón. Era un cretino. Ahora sé también que la segunda vez que peleamos fue por mi culpa, aquella vez cuando caminando hacia el hotel me pareció que le coqueteó a un turista que vivía al costado de nosotros y con el que había estado bailando en una fiesta la noche pasada. Hoy me doy cuenta que nadie me ha amado como ella, y que hubiera sido incapaz de engañarme de esa manera y de ninguna otra. Pero hace un año no pensaba como ahora. Hace un año no veía lo que ahora. No quiero ni pensar qué hubiera pasado si hoy hubiera ido a su casa, le hubiera tocado la puerta, y luego de esperar ansioso por verla después de tanto tiempo, me hubiera abierto un hombre. Un hombre en pijama, recién despertado por mis remordimientos, que seguro me reconocería, por las fotos que llorando Andrea le debió haber mostrado, y que me odiaría por haber hecho sufrir tanto a su mujer. Esa mujer que antes fue mía y de la que ahora él recibe tanto amor. ¿Odiaría a ese sujeto? No más de lo que él me odiaría a mí, definitivamente. Ojalá siga viviendo sola. Yo desde que terminé con Andrea he estado con algunas mujeres, aunque nada realmente serio. Lo que sí, he bebido y fumado mucho todo este tiempo. Como nunca en mi vida. Alcohol y marihuana todos los fines de semana, y sólo marihuana de lunes a viernes. Al menos un porrito al día. Empecé la misma noche que terminé con Andrea. Llegué a mi casa sin saber qué hacer, contento por haber dado el paso definitivo. No más llamadas, no más visitas, no más correos. Saqué un par de cervezas del refrigerador, prendí la radio, y pensé en lo que haría ahora sin ella. Nunca había sido muy apegado a la marihuana, pero esa vez recordé que tenía un poco de hierba guardada en el cajón de mi mesa de noche. No tuve que buscar mucho. Estaba ahí, al fondo, en la bolsita de papel donde la había dejado. A Andrea no le gustaba que fumara, pero empezaba una nueva vida. Ahora podía hacer lo que quisiera, así que torpemente armé el porro y lo encendí. El primero de muchos. Luego guardé todas las fotos que encontré de ella en una caja, también todos sus regalos. Alguna foto me hizo derramar una lágrima y recordar sus últimas palabras, el último favor que me pidió, bañada en lágrimas, al momento de despedirme. Antes de irte, me dijo, esforzándose por contener las lágrimas y fortalecer su voz, antes que cierres la puerta por última vez, no olvides apagar la luz. Y eso hice, hasta el día de hoy.

lunes, 4 de agosto de 2008

Don't believe a word




Uno de los motivos por los cuales bauticé a mi blog "La palabra vacía" fue por una canción del grupo irlandés Thin Lizzy, titulada Don't believe a word (No creas ni una palabra). La letra siempre me ha parecido muy ilustrativa, y define de manera clara lo que muchas veces son las palabras y para aquello que las utilizamos, no siempre con la mejor intención.

¿Realmente las palabras interpretan nuestras acciones, nuestros sentimientos o lo que queremos decir?

Las palabras que nos protegen son aquellas que esconden la verdad.

Aquí la letra en inglés:

Don't believe a word

Don't believe me if I tell you,
not a word of this is true.
Don't believe me if I tell you,
especially if I tell you that
I'm in love with you.

Don't believe me if I tell you
that I wrote this song for you.
There just might be some
other silly, pretty girl
I'm singing it to.

Don't believe a word,
'cause words are only spoken.
And your heart is like a promise,
meant to be broken.

Don't believe a word,
for words can tell lies.
And lies are no comfort
when there's tears in your eyes.

Don't believe me if I tell you,
not a word of this is true.
Don't believe me if I tell you,
especially if I tell you that
I'm in love with you.

Don't believe a word.
Lord, don't believe a word.
Don't believe me, don't believe me.
Oh, not a single word.
Oh, yeah.

Ahora la letra en español:

No creas una palabra

No me creas si te digo,
que ni una palabra de esto es cierto
No me creas si te digo,
especialmente si te digo que estoy enamorado de ti.

No me creas si te digo
que escribí esta canción para ti.
Podría haber alguna otra chica tonta y bonita
a la que se la esté cantando.

No creas una palabra,
pues las palabras son sólo palabras
y tu corazón es como una promesa
hecha para romperla.

No creas una palabra,
porque las palabras pueden decir mentiras,
y las mentiras no son un consuelo
cuando hay lágrimas en tus ojos.

No me creas si te digo,
que ni una palabra de esto es cierto
No me creas si te digo,
especialmente si te digo que estoy enamorado de ti.

No creas una palabra.
No, no, no creas una palabra.
No me creas.
No creas ni una sola palabra.
No lo hagas.

La canción fue compuesta por Phil Lynott, bajista y vocalista del grupo, y aparece en el álbum de Thin Lizzy de 1973 titulado Johnny the fox.

martes, 29 de julio de 2008

Adiós, amigo


En unas horas ya no te voy a ver más. Sé que te vas a tener que ir, y esta vez no te podré gritar para que te detengas. Ya no podrás hacerlo, y yo no puedo contener las lágrimas al recordarte.

Nos costó trabajo agarrar confianza al principio. No te llamaba por tu nombre, te decía simplemente perro. Es problema mío, lo sé, siempre me ha costado interactuar con los nuevos. Mordías todo lo que se topaba contigo, los controles remotos, las almohadas y mi brazo. Cuando aún tenías los dientes pequeños me mordías el brazo y me dejabas algunas marcas. Eras pequeño, tal vez ahora no te acuerdes. Ese era tu vacilón y a mí no me dolía, por eso te dejaba hacerlo, a pesar de la saliva que me dejabas y que en ese momento se me hacía desagradable. Era parte de nuestro proceso de introducción y lo entendía así.

Sé que te voy a extrañar mucho, y me da mucha pena no haber podido darte todo lo que pude. A veces no te saludaba cuando llegaba y podía pasar días sin verte. Me molestaba que gimieras para que te subiera a la cama y a veces te botaba con la mano. Es que era de madrugada y el sueño podía más que las ganas de tenerte a mi lado. Hoy me arrepiento de eso, y de nunca haberte regalado una manzana de esas que tanto te gustaban y por las que te ponías como loco. Perdóname por comérmelas a escondidas o darte sólo pedazos.

Estas últimas semanas te enfermaste y nadie supo qué tenías. Y aún así no me preocupé lo suficiente por ti. Estos dos últimos días te pusiste muy mal, estabas echado en la cama y no hacías nada, sólo mirar y dormir. Hoy ya no hay nada que hacer por ti. Sólo dejarte ir.

Espero que hayas sido feliz. Deseo que el recuerdo que te lleves de mí sea el mejor y que donde estés haga que muevas la cola. Yo siempre te tendré en el corazón y te agradeceré eternamente el haberme hecho una persona más sensible, por hacerme perder el miedo a los otros perros y por los innumerables momentos de felicidad que pasé junto a ti. Creo que hasta voy a extrañar tus pelos blancos en mi ropa. Gracias por enseñarme que las manzanas deben regalarse a tiempo, cuando todavía se pueden disfrutar.

Espero encontrarme algún día contigo, compañero. Hoy me gustaría creer que así será. Guárdanos espacio en la cama.

Siempre te voy a querer mucho, Spike.

domingo, 27 de julio de 2008

Kevin Carter: El buitre tras el lente

Su obra cumbre les costó la vida. Aquella fotografía en la que un buitre espera paciente que una niña sudanesa, indefensa por el hambre, la malnutrición y el abandono caiga al suelo, derrotada, para extender sus alas y lanzarse sobre ella, su presa. La foto ganó un Pulitzer en 1994, y poco tiempo después le costó la vida al fotógrafo que la tomó, Kevin Carter, quien víctima del remordimiento por no haber hecho nada por salvar a la niña, conectó uno de los extremos de una manguera al tubo de escape de su automóvil estacionado y, con tres de las cuatro ventanas del auto cerradas a tope, conectó el otro extremo de la manguera a la ligeramente abierta cuarta ventana de su automóvil. Carter murió a causa del monóxido de carbono que había inundado el vehículo. Fue un 27 de julio de 1994, sólo cuatro meses después de recibir el premio Pulitzer de fotografía.

A la niña, si realmente murió, que es lo más probable, la mataron los dos. El buitre, que necesitaba saciar su hambre, y Carter, que buscaba con esa fotografía obtener mayor prestigio, otro tipo de apetito. Y lo logró, pero a un precio muy alto, pagado con el rechazo público y su remordimiento posterior.

“Es la foto más importante de mi carrera pero no estoy orgulloso de ella, no quiero ni verla, la odio. Todavía estoy arrepentido de no haber ayudado a la niña”, dijo Carter luego, frente al acecho de la culpa, que paciente y vengativa, esperaba el momento justo para extender sus alas y lanzarse sobre él. Y así fue. Pero él ya no pudo tomar esa foto.