sábado, 9 de agosto de 2008

Desolación: Cartas de un paria

Hola mi amor.

Creo que hoy maté a una persona. En la mañana escuchamos un ruido, levanté la cabeza y vi algo que se movía entre los matorrales. Tomé mi fusil y disparé, casi sin ver. Luego no hubo más ruido. No me acerqué a ver si lo había matado, o si era una persona o un animal. El capitán dice que fue una persona, y que si no lo mataba, él iba a hacerlo con nosotros. Disculpa que te cuente una cosa así, pero tenía que hacerlo, a ti no te puedo ocultar nada. No pienses que soy una mala persona por haber hecho eso. No te imaginas lo que es estar aquí, viviendo con miedo y sin saber si estaremos vivos al día siguiente. Pero no hablemos de cosas feas. Dime, ¿cómo estás? Extraño tu sonrisa, no sabes cuánto. En la noche sueño que tú estás conmigo acariciándome la cabeza, y ya no tengo miedo. Bueno, antes soñaba eso, porque hace tres días no duermo. Tengo que estar despierto, de guardia, atento. Sólo duermo algunas horas durante la noche. Así es desde que mataron a Martín y a Panchito. El capitán dice que tenemos que estar más atentos, que los hijos de puta están en todo lado, oliéndonos los zapatos. Perdóname por decirte malas palabras, amorcito, yo sé que eso no te gusta. Pero eso es lo que dice el capitán, yo sólo repito.

¿Cómo está Piero? Mi hijito lindo, siempre me acuerdo de él. No sabes cuánto lo quiero. Ya debe estar grande. Ojalá pueda verlo pronto. Hoy tuvimos que adentrarnos más en la selva, el enemigo está casi encima nuestro. Toda la tarde he caminado, ya me duelen los pies. Hace días que no comemos rico. Nadie cocina como Maldonado, su sazón me hacía acordar a ti. Tú cocinas mejor, mi amor, claro, pero él también lo hacía bien, muy bien. Hoy encontramos su cabeza en el río. Estaba hinchada, toda destrozada, casi no se le podía reconocer. Era un buen tipo, recé bastante por él y por nosotros cuando lo vi. Lloré un poco también. Desde que se fue comemos sólo frutas y a veces algunos animales. Ya no me importa comer carne cruda.

Antes que se duerma, José me pidió que le dispare, que ya no podía más. Me lo suplicó, estaba desesperado. Yo no pude hacerlo. Lo abracé y le dije que tenga fuerza, que todo va a pasar, y lloramos un rato. Yo también estoy asustado. Luego se durmió. Mi amor, ya todo va a pasar, estoy seguro. Pronto volveremos a estar juntos. Cada día te quiero y extraño más, eres lo único que tengo. No aguanto el momento en el que llegue a la casa y nos abracemos, y luego nos demos un beso largo. También a mi Pierito, que ni me imagino cómo debe estar. Qué ganas tengo de verlo. Luego iremos a llevarle flores a mi mamita. Siempre me acuerdo de ella, que Dios la tenga en su gloria. Espero salir pronto de aquí. Ya tengo sueño, pero todavía me quedan un par de horas de guardia. Ojalá no venga nadie y todo esté tranquilo.

Te amo.

Julián

Al terminar de escribir la carta, Julián no pudo aguantar las lágrimas y se echó a llorar. En silencio, para que nadie escuche, porque en la noche se escucha todo, y él lo sabe. Luego se secó las lágrimas. Siempre con el fusil en la mano rompió la carta que acababa de escribir, levantó la cabeza y observó que todo anduviera con tranquilidad. Volteó a ver a José, que dormía a su costado. Le agradeció el no haberle disparado. Gracias, mi hermano, le dijo en voz baja, perdón por ser tan débil. Él no escuchó, dormía, alejado del miedo, al menos un par de horas. Nada de qué preocuparse, todo en calma. Tomó el lapicero y otro papel, y comenzó a escribir.

Hola mamá.

Hoy maté a una persona...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me gustas.... eres bueno, muy bueno.

Josefo dijo...

Gracias.