jueves, 11 de septiembre de 2008

El misterio detrás de tus ojos (Lapislázuli)

Estás demente, pero me gustas. No, no, no me gustas, me fascinas, me encantas. Y, sí, a estas alturas yo también estoy demente, y qué, sé que eso también te gusta. Dime, ¿Qué escondes tras tus ojos? ¿Por qué no me enseñas eso? No, no quiero conformarme con tener tu cuerpo, no ahora. Quiero más, necesito más. Dame más, ¿sí? Dale, dime que me vas a dar más. ¿Me vas a dar más después de eso? Tú sabes qué es lo que quiero.

Me dices que sí y corres. Y yo voy tras de ti. Al principio voy lento, quiero verte correr, resistirte a mí. Miro cómo se tensan los músculos de tus piernas y ya no puedo aguantar. Te necesito ya. Corro con todas mis fuerzas y cuando te alcanzo te tomo entre mis brazos y te arranco la blusa, luego la falda, te muerdo, te huelo, te lamo, te desgarro la piel con mis manos, bebo de ti. Y al rato ya te tengo, casi sin darme cuenta, tus gemidos así me lo indican. Siento tu calor invadir todo mi cuerpo, y me excito más al escuchar tus gritos, que han tomado el control de mis oídos y son lo único que escucho, y quiero más. Trato de tocar todo, toda tu piel, cada espacio, a cada segundo. Quiero recordarte cuando no te tenga, y recordar lo bien que me siento sintiéndote, para mañana regresar por lo mismo. Ya no puedo seguir, a pesar de todo seguimos siendo humanos, aunque en este momento no lo parezcamos. Esto tiene que acabar, preciosa. Ven, vamos, una vez más. Sé que moriremos y volveremos a nacer. Lo sé. Se acabó.

Entonces caemos rendidos en tu cama. Te miro, me miras, y ahí están otra vez, como ayer, como mañana, como siempre. Tus ojos, tu mirada azul, que me transporta a otra galaxia, a otro mundo. A tu mundo, en el que me siento tan feliz y en el que siempre quiero vivir. ¿Existe el amor después del amor? Sí, claro que sí, no lo dudes, y está detrás de tus ojos. Detrás de ese azul profundo está lo que realmente deseo de ti; tu paz, tu tranquilidad, tu calor. Te abrazo y por primera vez en la noche te beso. Estás loco, me dices, y yo exploto de risa, y tú me sigues. Siento que te amo cada vez más, y entonces me asalta el temor. El temor de algún día no tenerte, de que te vayas, de no volver a jugar contigo, de no verte más, de no despertar con el olor de tu cabello todas las mañanas.

- Nunca me vas a dejar, ¿no? -te pregunto, casi te suplico, mientras te acaricio la cabeza-. Siempre estarás conmigo, ¿verdad?

Tú me besas, por primera vez en la noche, y me prometes que sí, que siempre vas a estar conmigo. Te recuestas en mi pecho y al rato te quedas dormida. Luego yo te sigo, como todas las noches.

No hay comentarios: