lunes, 1 de septiembre de 2008

Encuentros



Desde lo que pasó con Camila en la primera persona que pensé fue en ti. Nunca te he visto, y sólo te conozco por las fotos de ese álbum que pensaban llenar con imágenes de todas sus etapas y que quedó inconcluso. La última foto es del cumpleaños de Camila, en diciembre, y tú sales abrazándola. Se les ve felices. Hoy siento pena por ti, ya no celos como hasta hace poco. Camila conoció a Luis al entrar en la universidad y te dejó. Estoy aquí, en la puerta de tu oficina porque a mí me ha pasado lo mismo. Sé que te has casado y que tienes una hija que no es tuya pero que crías como si lo fuera. Camila dice que la mamá es una puta, que se aprovecha de ti, y que por eso mantienes a la hija, que te la enyucó. Ahora creo que no es cierto, y que eres más noble que lo que pensaba. Entiendo ahora por qué a veces llamas a insultarla, decirle puta y cosas así. Yo he estado a punto de hacerlo dos veces. Imagino tu dolor y la impotencia al sentir que quizá nada valió la pena, que el tiempo que pasaste con ella nunca sirvió, que nunca conociste realmente a la persona a la que amabas.

No sé en qué acabará nuestra conversación, llevo media hora esperando. Los contadores me llegan al huevo, y creo que tú no vas a ser la excepción. Lo único que le creo a Camila ahora de ti es que debes ser un tipo aburrido. Llevo una semana sin afeitarme, tengo la barba un poco crecida y los cabellos largos. Haremos un contraste interesante. Ahora te veo, estás igual que en la última foto, parece que también me has reconocido.

-.-.-.-.-

- Fue como te digo -me interrumpió Carlos-. Yo estaba con ella, no sé si éramos felices, creo que en ese entonces ya no, pero eso no quita que lo que me hizo haya sido una cabronada.
- Una cabronada -le respondí y terminé lo poco de cerveza que quedaba en mi vaso-. Ella me dijo que ya habían terminado.
- Y ella me dijo que me amaba mientras se tiraba al huevón -me interrumpió Carlos nuevamente-. No debes hacerle caso. Ni a ella ni a este mozo de mierda que no viene.

Carlos levantó la mano y llamó al mozo por tercera vez, pidió dos cervezas. No nos llevamos tan mal como pensé al principio, Carlos parece una buena persona. Aún está enamorado de Camila, al menos eso parece por sus palabras, y aunque no lo hace notar debe estar contento al verme sufrir ahora, me imagino que en algún momento me odió por ser tan feliz junto a la mujer que amó tanto, y ahora está teniendo su pequeña venganza, viéndome tan destrozado como él hace dos años.

- ¿Y lo tuyo cómo fue? -me preguntó Carlos sin mirarme-. Se les veía bien.
- Parecido -respondí-. Entró a un nuevo trabajo y conoció a alguien, luego me dejó.
- ¿Pero te ama? -interrumpió-. ¿Te dice que te ama todavía?
- Sí -respondí-. Eso dice.
- Esa huevada nunca la voy a entender -me dijo-. Por eso estás así jodido.

Estuvimos en silencio un rato, yo tratando de entender el porqué, como durante cada segundo de estos dos meses, y él jugueteando con su vaso, seguramente recordando el sufrimiento que sucedió a su relación con Camila.

- Van a regresar -dijo de pronto-. Lo sé, ella te va a buscar y tú le vas a decir que sí. A mí me pasó, su mirada tiene un poder extraño, regresamos mil veces hasta que por fin me olvidó y me dejó cagado.
- No creo que regresemos -pensé en voz alta-. O no sé, ya no sé nada.
- A veces es mejor no saber nada -rió Carlos mientras me palmoteaba el hombro-. Tranquilo, huevón, ya va a pasar.

Ya va a pasar, eso me lo han dicho muchas veces en este tiempo. Ya han pasado dos meses y todavía no pasa. Sigo pensando en ella, qué hace, dónde está, si me ama como yo, si sufre como yo. Es fácil decir que ya va a pasar, y es cierto que las cosas pasan, pero es una agonía el tiempo que antecede al olvido. Lo peor es que esa desesperación te hace hacer cosas inexplicables como verme tomando con su ex novio y recibiendo palmoteadas en el hombro de su parte. Qué hago con él, no entiendo, ya no creo que soy un huevón, ahora estoy seguro que lo soy.

- Yo he pasado lo que tú -me dijo Carlos-. Y sé que todos te han dicho lo que a mí me dijeron, que la olvide, que me aleje de ella. Seguro que tú sabes que es lo mejor, pero también sabes que no vas a poder dejarla, y por eso tienes miedo, miedo de no saber hasta dónde puedes llegar, qué tanto puedes alejarte de tus límites.
- Tal vez tengas razón -le dije-. Es posible
- Mira una cosa -me interrumpió Carlos-. Yo cuando empecé con ella le dije bien claro que no le iba a perdonar una infidelidad, que le podía perdonar cualquier cosa menos eso, ¿y sabes qué? La perdoné cuatro veces. Y estoy seguro que le hubiera perdonado una quinta vez si me hubiera dejado.
- Te entiendo -le dije-.
- Sé que me entiendes, se te ve en la cara, todavía estás dispuesto a correr detrás de ella, y no te juzgo, yo hice lo mismo; pero una cosa sí te voy a decir. Uno se acostumbra a la mierda -Carlos tomó tiempo como midiendo lo que iba a decir-. Es como si poco a poco los pilares en los que has confiado toda tu vida se comenzaran a quebrar, sin que te des cuenta, y cambias, te vuelves otra persona. Eso es peligroso. Perdonas lo que al principio pensabas nunca ibas a hacer. En mi caso, una salida al cine, un beso, una mentira, hasta un tire. Es triste contemplar cómo el negro se vuelve blanco y no poder hacer nada.
- O no querer hacer nada -dije-.
- Eso dicen, pero no creo que sea cierto -dijo Carlos-. Aunque uno quiera no puede zafarse, es más fuerte que uno mismo, no se puede. No creo que haya alguien al que le guste sufrir, aunque parezca que a ti sí porque has venido a buscarme.

Los dos reímos. Pedí dos cervezas más, y Carlos salió a hablar por celular. Por qué estoy acá, no lo sé, tal vez para alejarme de ella y pensar que nunca va a cambiar, que siempre fue así, que ya todo está perdido; o tal vez para encontrar algo que me permita justificarla y perdonarla, no sé. No sé cómo pretendo entender al resto si no puedo conmigo. Ha entrado un viejo con una guitarra al bar, está tocando una canción triste, no canta bien, pero la letra me gusta. Hasta antes de terminar con Camila no le prestaba atención a las letras de las canciones, pero ahora siento que todas hablan de mí.

- Bonita canción, ¿no? -me dijo Carlos al regresar-. Ya deja de darle vueltas al asunto.
- No pensaba en eso -le dije-. Pensaba en otra cosa.
- Pensaba en otra cosa -me remedó Carlos y luego rió-. Eres un huevonazo, me recuerdas a mí. Al principio pensaba que nunca más iba a reir, que iba a durar toda la vida mi sufrimiento, pero no fue así. Todo pasa en la vida, todo, ya te darás cuenta. No le hagas caso al tío huevón y su cancioncita cojuda.

Ya vamos por la sexta cerveza, creo que ya tengo el valor suficiente como para preguntarle algo que siempre quise y por lo que creo que realmente he venido. No sé cómo lo tomará y no sé cómo tomaré su respuesta.

- ¿Todavía la amas? -le pregunté-. ¿Todavía estás enamorado de Camila?

Carlos me miró y sonrió, luego bebió lentamente de su vaso de cerveza. Se acercó a mí y me habló.

- Más que lo que crees, hermano -me dijo-. Pero lo que no es, no es. Ya te darás cuenta de eso.

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